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Cien años de soledad - antología.

Publié le 06/12/2021

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Cien años de soledad - antología.
Cien años de soledad fue la obra que consagró a García Márquez como uno de los mejores escritores del siglo. Mezcla de realismo, leyenda y sueño, con ella culminó la
historia de la aldea de Macondo y de sus fundadores, la familia Buendía. En este fragmento García Márquez presenta a sus dos protagonistas, Úrsula Iguarán y José Arcadio
Buendía, unidos por más de trescientos años de historia y por "un común remordimiento de conciencia".

Fragmento de Cien años de soledad.
De Gabriel García Márquez.
Cuando el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo XVI, la bisabuela de Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y el estampido de los cañones,
que perdió el control de los nervios y se sentó en un fogón encendido. Las quemaduras la dejaron convertida en una esposa inútil para toda la vida. No podía sentarse
sino de medio lado, acomodada en cojines; y alg...

« Cien años de soledad - antología. Cien años de soledad fue la obra que consagró a García Márquez como uno de los mejores escritores del siglo.

Mezcla de realismo, leyenda y sueño, con ella culminó la historia de la aldea de Macondo y de sus fundadores, la familia Buendía.

En este fragmento García Márquez presenta a sus dos protagonistas, Úrsula Iguarán y José ArcadioBuendía, unidos por más de trescientos años de historia y por “un común remordimiento de conciencia”. Fragmento de Cien años de soledad. De Gabriel García Márquez. Cuando el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo XVI, la bisabuela de Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y el estampido de los cañones, que perdió el control de los nervios y se sentó en un fogón encendido.

Las quemaduras la dejaron convertida en una esposa inútil para toda la vida.

No podía sentarsesino de medio lado, acomodada en cojines; y algo extraño debió quedarle en el modo de andar, porque nunca volvió a caminar en público.

Renunció a toda clase dehábitos sociales obsesionada por la idea de que su cuerpo despedía un olor a chamusquina.

El alba la sorprendía en el patio sin atreverse a dormir, porque soñaba quelos ingleses con sus feroces perros de asalto se metían por la ventana del dormitorio y la sometían a vergonzosos tormentos con hierros al rojo vivo.

Su marido, uncomerciante aragonés con quien tenía dos hijos, se gastó media tienda en medicinas y entretenimientos buscando la manera de aliviar sus terrores.

Por último liquidóel negocio y llevó la familia a vivir lejos del mar, en una ranchería de indios pacíficos situada en las estribaciones de la sierra, donde le construyó a su mujer undormitorio sin ventanas para que no tuvieran por donde entrar los piratas de sus pesadillas. En la escondida ranchería vivía de mucho tiempo atrás un criollo cultivador de tabaco, don José Arcadio Buendía, con quien el bisabuelo de Úrsula estableció unasociedad tan productiva que en pocos años hicieron una fortuna.

Varios siglos más tarde, el tataranieto del criollo se casó con la tataranieta del aragonés.

Por eso,cada vez que Úrsula se salía de casillas con las locuras de su marido, saltaba por encima de trescientos años de casualidades, y maldecía la hora en que Francis Drakeasaltó a Riohacha.

Era un simple recurso de desahogo, porque en verdad estaban ligados hasta la muerte por un vínculo más sólido que el amor: un comúnremordimiento de conciencia.

Eran primos entre sí.

Habían crecido juntos en la antigua ranchería que los antepasados de ambos transformaron con su trabajo y susbuenas costumbres en uno de los mejores pueblos de la provincia.

Aunque su matrimonio era previsible desde que vinieron al mundo, cuando ellos expresaron lavoluntad de casarse sus propios parientes trataron de impedirlo.

Tenían el temor de que aquellos saludables cabos de dos razas secularmente entrecruzadas pasaranpor la vergüenza de engendrar iguanas.

Ya existía un precedente tremendo.

Una tía de Úrsula, casada con un tío de José Arcadio Buendía, tuvo un hijo que pasó todala vida con unos pantalones englobados y flojos, y que murió desangrado después de haber vivido cuarenta y dos años en el más puro estado de virginidad, porquenació y creció con una cola cartilaginosa en forma de tirabuzón y con una escobilla de pelos en la punta.

Una cola de cerdo que no se dejó ver nunca de ningunamujer, y que le costó la vida cuando un carnicero amigo le hizo el favor de cortársela con una hachuela de destazar.

José Arcadio Buendía, con la ligereza de susdiecinueve años, resolvió el problema con una sola frase: “No me importa tener cochinitos, siempre que puedan hablar.” Así que se casaron con una fiesta de banda ycohetes que duró tres días.

Hubieran sido felices desde entonces si la madre de Úrsula no la hubiera aterrorizado con toda clase de pronósticos siniestros sobre sudescendencia, hasta el extremo de conseguir que rehusara consumar el matrimonio.

Temiendo que el corpulento y voluntarioso marido la violara dormida, Úrsula seponía antes de acostarse un pantalón rudimentario que su madre le fabricó con lona de velero y reforzado con un sistema de correas entrecruzadas, que se cerraba pordelante con una gruesa hebilla de hierro.

Así estuvieron varios meses.

Durante el día, él pastoreaba sus gallos de pelea y ella bordaba en bastidor con su madre.Durante la noche, forcejeaban varias horas con una ansiosa violencia que ya parecía un sustituto del acto de amor, hasta que la intuición popular olfateó que algoirregular estaba ocurriendo, y soltó el rumor de que Úrsula seguía virgen un año después de casada, porque su marido era impotente.

José Arcadio Buendía fue elúltimo que conoció el rumor. Fuente: García Márquez, Gabriel.

Cien años de soledad. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1971. Microsoft ® Encarta ® 2009. © 1993--2008 Microsoft Corporation.

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